En
esta entrada romperé la regla de no escribir nada personal. Dedicado a Mario
Pinazo, ilustre jurista, traductor del idioma murciano y manchego, gran
conocedor de la onomástica cristiana y filántropo.
1996.
Aquél año se celebró la Eurocopa en Inglaterra. Mis compañeros de clase, niños
de 12 años entonces, quizás llevados por el espíritu del evento deportivo o
porque estábamos hartos de jugar con pelotas prestadas o hechas con papel de
plata (logramos verdaderas obras de arte) decidimos comprarnos el balón oficial
de la Eurocopa, un Adidas modelo Questra.
Era un hermoso balón que nos llamó la atención
desde que lo vimos, reluciente, en el escaparate de la tienda deportiva Xavó.
Sus delicadas filigranas y suave color azul nos enamoró por su, digamos,
elegancia. Nosotros, chicos de barrio obrero de enormes bloques de pisos
iguales entre si y jardincitos que eran mas solares que parterres. Su precio,
en torno a unos 5.000 Ptas. era prohibitivo, así que convinimos en adquirirlo
en comandita, a partes iguales.
Fue un largo mes de ahorrar pagas (y de
suplicar a nuestros padres y madres que nos las aumentaran) y de dejar de
frecuentar los recreativos y kioscos, pero acabamos juntado el dinero. Quedamos
los conjurados en la plaza para ir todos juntos a por el balón -recuerdo que uno
de nuestros socios era chica y lo recuerdo porque en aquél entonces eran raras
las chicas futboleras, igual que las chicas con pelo corto - .Allí íbamos,
ilusionados, con la cabeza alta, orgullosos, amigos y hermanos. En la tienda
nos comportamos con una falsa profesionalidad, nos sentíamos algo importantes
con toda esa fortuna encima, y, sobre todo, no queríamos que la dependienta nos
tomara por unos criajos (cosa imposible, porque lo éramos). La empleada nos
trajo el balón desde el escaparate y nosotros depositamos nuestras cerca de
5000 Ptas. en monedas encima del mostrador. La mujer que nos atendía nos dedico
una sincera y tierna sonrisa y guardó el dinero en la caja registradora sin ni
siquiera contarlo.
Guardábamos el esférico en un armario de
nuestra clase para ahorrarnos los líos de decidir quién se quedaba con su
posesión y jugábamos a futbol con él durante los recreos en el campo de tierra,
hoyos y alguna piedra. La alternativa no era mejor, un campo de hormigón y
gravilla que desollaba nuestras pantorrillas y rodillas (lucí durante mucho
tiempo una blanca cicatriz en mi rodilla izquierda). Nuestra chica futbolera
solía jugar de defensa. Metía mucho el cuerpo y nosotros, por vergüenza, pudor
o por un ridículo sentido de la caballerosidad, evitábamos el contacto, así que
robaba muchos balones y detenía muchos ataques y contragolpes, por lo que su
presencia era muy apreciada y era habitual que fuera elegida de las primeras a
la hora de decidir la composición de los equipos en liza.
Estar delante de la tele era un privilegio que
nuestros padres y madres rara vez nos concedían, así que recreábamos los
encuentros de la Eurocopa en nuestro patio, sirviéndonos del Marca que uno de
nuestros compañeros le sustraía hábilmente a su padre. Así, en nuestro querido
patatal se jugaron el Francia- Holanda, el España-Inglaterra, el Alemania- República
Checa y tantos otros. Aprendimos más geografía con el Marca que en Conocimiento
del Medio.

Hoy pasé por la tienda de deportes Xavó. El
cristal de su escaparate estaba ocupado casi en su totalidad por un enorme cartel
de cartulina color roja en el que en letras negras se anunciaba “50% por
liquidación”, parece ser que cerrará en breve. Comentándolo con un amigo me
vino el recuerdo, mi colega me pasó una foto del balón Questra y la nostalgia
hizo el resto.
No se que habrá sido de mis compañeros de
clase y de aquella chica futbolera, perdí el contacto un par de años después de
cambiarme de colegio –años durante los cuales, siempre que nos veíamos nos prometíamos
que seríamos amigos para siempre-, solo conservo una vieja foto de todos nosotros
en el patio del colegio, sonrientes y todavía infantes.
El balón en cuestión :
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