lunes, 25 de junio de 2012

Feliz cumpleaños.




En aquella casa, esa tarde, se oían y se hablaban muchas lenguas. Palabras que se decían con el golpeteo del corazón, palabras dichas con sonrisas de una juventud que no parecía fugaz, palabras pronunciadas por dedos que rasgaban las cuerdas de una guitarra, que acariciaban las teclas del piano, que movían talentosamente el arco de un violín.

 En aquella casa, esa tarde, vasos vacíos en la mesa, manchas de chocolate en las mejillas, abrazos suaves, cantos, regalos.

 Regalos, sí, porque en aquella casa, en esa tarde de ocre verano, se celebraba un cumpleaños, entre acordes de re y de sol. El viento de poniente había despejado el cielo de nubes negras y él pensaba que la vida podría ser eso, instantes ligeros sin gravedad. Pero la vida seguiría, pues la vida era una señora muy apresurada que no conocía de áreas de descanso. No obstante, esa tarde de calor, en aquella casa, iba a olvidar las prisas y mendigaría unas migajas de esas almas femeninas, bellas y jóvenes y guardaría avaricioso su botín en un viejo zurrón.

 En aquella casa, esa tarde, estaba una chica de pelo punk como queriendo disimular la luz que guardaba dentro de sí, estaba la pequeña rock&roll, estaba aquella chica de la ciudad sin árboles, estaba aquella chica nómada que le hacía el amor al piano, estaba aquella chica que no podía comer chocolate. Orquesta de emociones, big band de sonrisas. Y se sintió feliz.