El mar permanecía en calma,
desprovisto incluso del blanco de la espuma de las olas y solo le diferenciaba
del cielo los diferentes tonos de azul. La estampa parecía el cuadro de un
estudiante mal aplicado de Bellas Artes. La tierra estuvo siempre lejos del
cielo, pero cielo y mar se confundían aquel día. El quería que su paso por el
mundo fuera así, como la suave brisa de un mar en calma, siempre había amado
los papeles secundarios. Sonrió, en aquella playa, pies hundidos en la arena,
le envolvía la paz sin la violencia del viento. Una gaviota grazno con voz áspera
a los lejos.