Buscas
aparcamiento, maldiciendo todo lo existente, acabarás alimentando con monedas
un totem de la ORA. Estacionado tu
vehiculo te acercarás hasta la DGT, obtendrás un ticket con tu número –espero
que hayas pedido cita previa- y te pondrás a esperar, eres ahora rehén de una
pantalla donde extraños algoritmos vestidos de luminoso rojo van apareciendo.
Estas nervioso, revisas tu carpeta de documentos, jurarías que te falta alguno
y de seguro te harán volver de nuevo con él, piensas.
Cuando epifane tu número algoritmo irás,
obediente, a la ventanilla indicada donde una funcionaria o funcionario irá pidiéndote,
con voz monocorde, papeles y fotocopias de los mismos y los examinará con
rostro hierático mientras tú rezas por dentro en espera del sello, verdadera
bula de indulgencia plenaria.
Y cuando la tinta del sello ya copule con tus
papeles abandonarás esa ventanilla, que no es ventanilla sino puerta kafkiana
de la Ley, sonrisa triunfante. Atraviesas la sala de espera y en tu feliz
imaginación es como si esa multitud que espera te hiciera el pasillo, vas
contento, acariciando un suave papel verde claro con los nombres en él ya
correctos.
Mientras tu hacías esto, alguien, en algún
lugar, estará descubriendo la vacuna contra el cáncer, abriendo escuelas o no
presentándose a presidente, si, pero tu tienes tu victoria personal, cómo
cuando esta mañana no te cortaste afeitándote o no confundiste el azúcar con la
sal a la hora de echarlo al café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario