
En aquella casa, esa tarde, vasos vacíos en la
mesa, manchas de chocolate en las mejillas, abrazos suaves, cantos, regalos.
Regalos, sí, porque en aquella casa, en esa
tarde de ocre verano, se celebraba un cumpleaños, entre acordes de re y de sol. El viento de poniente había despejado el cielo de nubes negras
y él pensaba que la vida podría ser eso, instantes ligeros sin gravedad. Pero
la vida seguiría, pues la vida era una señora muy apresurada que no conocía de
áreas de descanso. No obstante, esa tarde de calor, en aquella casa, iba a
olvidar las prisas y mendigaría unas migajas de esas almas femeninas, bellas y
jóvenes y guardaría avaricioso su botín en un viejo zurrón.
En aquella casa, esa tarde, estaba una chica
de pelo punk como queriendo disimular la luz que guardaba dentro de sí, estaba
la pequeña rock&roll, estaba aquella chica de la ciudad sin árboles, estaba
aquella chica nómada que le hacía el amor al piano, estaba aquella chica que no
podía comer chocolate. Orquesta de emociones, big band de sonrisas. Y se sintió
feliz.