Después de unos meses de inactividad parece que las musas me visitaron otra vez. Aquí el que podría ser el inicio de un nuevo cuento. Dedicado a una calle de Liverpool y a Vane, la princesa guanche.
Se la encontró en
Birmingham,usaba pantalones de saco y pelo punk. No sabía si era de
allí, lo que estaba claro es que no era de Manchester, pues siempre
echaba pestes de esos "capullos";ella tampoco sabía muy
bien de donde era, si se le preguntaba, aunque su tez morena y la
alegría que no conseguía ocultar bajo su engominada cresta y su
ropa gastada desvelaban que procedía de algún lugar del sur.
Pretendía agresividad,quizás, pasos firmes, pero a mi me enamoro su
sonrisa. Fuimos a mojarnos en cerveza a una oscura taberna, king´s
George, y lo que me susurro al oído,rendida por el alcohol, no fue
Johnny Rotten, sino Sumertime en la voz rota de Janis Joplin.
“No te parece -le dijo
sentada a contraluz en el borde de la cama de aquél tiznado hotel
de 20 libras- que todos los días son los mismos, que todo es
repetido” Miguel se incorporó y se encendió un cigarrillo. Para
su parte meteorológico los últimos días habían sido soleados y de
cielos despejados,aunque el parte también advertía que aquella
primavera inesperada no era lo usual en la ciudad “¿qué harás
ahora?” le preguntó Miguel. Ella se levantó y se dirigió a la
ventana,su mirada parecía interrogar a los bloques de viviendas de
ladrillo rojo que se alzaban monótonos tras los cristales. El sol
iluminaba su cuerpo desnudo de piel morena. “no lo se, quizás me
vaya a Londres...o quizás a Edimburgo”. Miguel terminó la frase
en su cabeza “donde diga la moneda o la botella”. “¿ Puedo
acompañarte ?” le preguntó en voz alta “No, pero quizás puedas
buscarme”.